Desde los comienzos de la historia, la
luna, ha representado simbólicamente a la Gran Diosa y Madre Gestadora, y por
lo tanto ha sido vinculada directamente a la figura de la mujer.
La sincronicidad de un ciclo
femenino y uno lunar, ambos de 28 días, le ha otorgado desde tiempos antiguos
una estrecha relación con la fertilidad y la maternidad. Resultando que el
termino “menstruación” proveniente del Latín mensis derivado del griego mene
significa “luna”.
En el transcurso de un ciclo, la
energía de la mujer aumenta y brilla, con el esplendor de la luna llena como
misterioso reflejo de lo femenino y luego mengua hasta desaparecer, para dar
comienzo a un nuevo ciclo. Estos cambios afectan tanto a la vida física y
sexual como al mundo psíquico y espiritual de la mujer. Pero no debemos perder
de vista que la dinámica implícita en los cambios de su apariencia -fases de la
luna- son el reflejo de su relación con el sol. Desde la mirada astrológica, la
expresión de la función solar, vinculada a la singularización, depende tanto de
la entrega de la luna como de la potencia energética que el sol le imprima. La
luna suministra la sustancia para que esta identidad singular tome una forma
determinada.
En su constante evolución y en cada nuevo ciclo en la
historia de la humanidad, la imagen, el patrón de belleza y el cuerpo de la
mujer ha ido cambiando, develando el rastro que imprimía la cultura en la que
se hallaba inserta en cada momento.
El cuerpo de la mujer, además de sus particularidades
biológicas, que la hacen netamente receptiva, es interpretación, cultura y
religión. Es un cuerpo que, al igual que la luna, se modela en la imaginación,
se acaricia en los poemas, se venera mitológicamente, se censura, se mutila, se
teme y se sueña. Es un cuerpo simbólico que adquiere significación muchas veces más allá de la
mujer en sí misma.
En su histórico recorrido de eternos ciclos, encontramos,
desde las primitivas diosas de la fertilidad, representadas por un cuerpo donde
prevalecía como patrón de belleza y atractivo un gran vientre con grandes
senos, respondiendo directamente a la necesidad de procreación y multiplicación
de la especie; a la mujer andrógina y la amazona* en su camino por lograr un lugar que no se limite al
de madre.
Desde el momento en que se incorpora como fuerza laboral formal,
la mujer se introdujo en actividades y
adquirió hábitos que hasta el momento habían sido reservados a los hombres y
desde la aparición de la píldora anticonceptiva, con el control de la
natalidad, comenzó la apropiación de su cuerpo.
La moda acompañó ese salto. La mujer llevó corsé y quemó
corpiños, oculto sus pierna y acortó sus faldas, incorporó pantalones y en
algunos casos, aunque de forma más estilizada, traje y corbata. A lo largo de
este proceso, fue desdeñando sus curvas, aparecieron la bulimia y la anorexia
como muestra de la disfunción y conflicto que se generó en relación con su
cuerpo, provocando una extrema polarización.
Entre estos dos extremos podemos encontrar tantos
repliegues como culturas, modas y tendencias hubo en la historia. Tantos repliegues como faces de la luna vienen sucediéndose desde entonces. Las
mujeres, en todas las latitudes, y a lo largo de la historia crecíamos y aveces aún crecemos con la convicción de que
es indispensable ajustar nuestra imagen al modelo vigente para ser aceptadas y amadas.
Siempre hay algo que sobra y algo que falta en nuestro cuerpo. Con el doloroso mensaje
subyacente donde el amor y la plenitud, muchas veces quedan condicionados por la imagen.
Siempre luego de una polarización, surge la
oportunidad de tomar conciencia, observar el recorrido y acortar distancias. La oportunidad de crecer en ese cuerpo, habitarlo, amarlo, cuidarlo sin mutilarlo y vivirlo en
libertad. Libertad de elegir cuándo, cómo y con quién abrigarlo, disfrutarlo, desnudarlo... y amarlo para expresarnos y vincularnos con el
mundo.
Regresando a la luna, hasta aquí hemos
intentado develar alguno de los misterios que la rodean. Seguramente seguiremos
ignorando muchos de sus secretos que, al igual que el enigmático mundo femenino, nos oculta. Secretos que se irán desplegando al
contemplarla y contemplarnos en su hechizo cada noche y en cada ciclo por
venir.
Laura Paradiso
* Amazona: palabra derivada del griego que significa “sin seno”