jueves, 20 de marzo de 2014

Algo sobre la Paz Hexagrama 11


Cuando le pregunte al I Ching sobre qué tema quería que hablásemos en este artículo respondió con el Hexagrama 11 La Paz con mutación en las líneas 3 y 4.

Hablar de paz en estos tiempos quizá pueda ser un medio para intentar tocar, aunque más no sea por un instante, parte de este proceso tan necesario y evidentemente complejo. Proceso que por cierto excede este artículo.

Como primera medida, para intentar acceder a La Paz, necesitamos tomar consciencia de que formamos parte de un Cosmos. De un Cosmos absolutamente dinámico. De un orden que nos incluye y nos excede en su determinación. Comprender que ese orden implica estar en constante movimiento y circulación, adecuándonos y acompañando el ritmo que nos propone este Universo Vivo

Pero, ¿qué implica acompañar el ritmo de este Universo Vivo?
Como primera medida creo que implica soltar en el momento de soltar y construir en el momento de construir. Como sueltan sus hojas los árboles en otoño, atraviesan un invierno de latencia, para regresar fuertes y exultantes en la primavera. 

Eso, para el I Ching es estar en Paz.  Una Paz absolutamente dinámica, que incluye el reconocer que somos parte de este Universo Vivo y por lo tanto, al igual que él, estamos sujetos a ciclos.  

Es cierto que la Paz es un instante de equilibrio proveniente de un estado interno y personal, pero difícilmente podremos estar en paz si a nuestro alrededor hay conflictos querellas, peleas permanente. De hecho la explicación al Dictamen Wilhelm nos habla de un momento de concordia social, de un equilibrio proveniente de la vida en comunidad. Y claramente es esto lo que hoy estamos necesitando.

Cada vez que encaremos el análisis de un hexagrama, es importante que no perdamos de vista la cualidad de los trigramas que lo componen y cómo interactúan entre ellos según su posición.



En este caso, el hexagrama 11, La Paz, se compone de los trigramas Cielo abajo  y Tierra arriba.

La Paz
Hexagrama11
El trigrama del Cielo, Lo Creativo. Representa el principio Yang, activo. Mueve las cosas desde su fase germinal y representa los grandes comienzos. Es la fuerza espiritual que llevamos activa en nuestro interior, esa chispa divina. Una fuerza que pone de manifiesto nuestra singularidad. Es el carácter creativo con el que construimos nuestra realidad y nuestro destino, nuestras ideas y pensamientos. Es por eso que el símbolo de Lo Creativo, El Cielo; determina la dirección, el propósito y el camino en la vida.

Por otro lado tenemos a La Tierra.
La Tierra. Representa el principio Yin receptivo. Es La Madre Tierra. Está caracterizado por la entrega, la flexibilidad, la suavidad, la docilidad y la nutrición. Nuestro cuerpo.

Así como el Cielo representa el poder espiritual, La Tierra representa el poder de la materialidad, cuya característica es gestar, nutrir y dar a luz a los frutos de la creatividad. Es así como todo lo que existe es pensado e ideado por lo creativo; gestado y parido o realizado por lo receptivo. Estos dos principios trabajan juntos y están indefectiblemente unidos.
Ahora bien, Volvamos a La Paz
Cuando el Cielo, que es lo elevado, se coloca por debajo de la Tierra y la sostiene, sus fuerzas se unen en intima armonía y  todas las cosas prosperan. 

A diferencia del hexagrama 12 El Estancamiento donde estos mismos principios en distinta posición, Cielo arriba y Tierra abajo, se separan y las cosas se estancan, se paralizan o se enquistan. 

En tiempos de Paz las cosas prosperan porque lo que hay es, como primera medida, consciencia de que este equilibrio es absolutamente dinámico.
Esto quiere decir que todo proceso llega a un punto de plenitud, da un fruto. Luego se desorganiza para volver a moverse y lograr un nuevo punto de equilibro y encuentro. 



De este modo se despliegan las estaciones del año y los ritmos en la naturaleza.

La vida del hombre también se encuentra sujeta a estas pautas cíclicas, insertas en un sistema de relaciones. Donde tendremos periodos de prosperidad y otros de giro y reorientación. 

Uno de los malos entendidos que nos caracteriza a los humanos es creer que podemos hacer cualquier cosa en cualquier momento. Esta creencia echa por tierra todo intento de conexión con lo que pide el momento dado. 
Como decíamos recién: La naturaleza tiene sus ritmos. Hay momentos para sembrar y otros para cosechar. La acción del hombre, a lo largo de de la historia nos demuestra que ésta también se encuentra sujeta a ciclos. Y en eso radica el equilibro o no, con el cual intentamos organizar nuestra vida.

Así, todo comienzo es análogo a la primavera, la mañana y los brotes tiernos. La plenitud estará dada por el verano y el mediodía, el fruto. Luego llega un momento de asimilación y discriminación, donde desechamos lo que no sirve a través de la poda, en correspondencia al Otoño y la tarde. El invierno, en analogía con la noche, es un momento donde la planta despojada absolutamente de follaje aparenta morir. Sin embargo la vida se encuentra en estado de latencia para retornar en la Primavera.

Si consideramos que el I Ching es “El Libro de los cambios”, podemos afirmar que nada permanece en un estado determinado más allá del tiempo que le corresponde. 

El Sol se oculta y  los días se trasforman en noche. Las nubes y las tormentas no duran eternamente, las heridas cicatrizan y a la oscuridad del invierno siempre es seguida por una nueva primavera. 

Es inevitable que las cosas cambien, por perfectas que ellas puedan parecernos en ese momento. Sólo la certeza de que vendrán tiempos distintos puede conducirnos a un nuevo estado de equilibrio. 

Convengamos que el equilibrio es un instante. Ese instante podemos disfrutarlo o no, sabiendo que volverá a girar para alcanzar un nuevo estado de equilibrio, en otra proporción. 

El poder acompañar conscientemente este proceso dinámico es la manera en como las cosas prosperan. Y prosperan porque hay una profunda conexión y sobre todo coherencia. 
Coherencia porque lo fuerte sostiene a lo blando. Coherencia y encuentro entre la teoría y la práctica, lo que pienso y lo que digo,  con lo que siento y hago según el momento dado.

Puede sonar idealista, y posiblemente lo sea, pero considero nos encontramos frente a una gran oportunidad ya que no podemos dejar de ver estos dos extremos que hoy se expresan en nuestra sociedad profundamente polarizada. No podemos dejar de ver los dos extremos de un movimiento que nos empuja a ser consientes de sus polos para poder ser reconocidos e integrados. 
Pero esta oportunidad no queda sujeta exclusivamente a la capacidad o incapacidad de nuestros líderes, sean estos políticos o religiosos. Sino a la posibilidad que cada uno de nosotros tome dimensión de ello y nos entreguemos con conciencia a este proceso.


Parte del sentido de este signo radica en  que los que se encuentran en diferente condición se unan  manifestando una voluntad mancomunada. Reconociendo que el  estado de Paz es de naturaleza colectiva. Un momento de unión y florecimiento de lo humano, porque se hace consiente de una Ley del Ser. Donde el deseo de lo individual y personal se identifica con el interés de lo colectivo. Donde lo bajo y lo elevado se hallan equilibrados y en proporción.  Donde aquellos que se encuentran lejos – de nuestras ideas y creencias - no son olvidados y aquellos que se encuentran cerca no son favorecidos.  Una clara  imagen donde todos son incluidos.

¿Estamos listos para acompañar el movimiento de giro que estos tiempos proponen? O intentamos en pleno otoño pegar las hojas del árbol con cinta para que este no las suelte. Aferrándonos con uñas y dientes a un rígido modelo que lo único que nos promete es más fragmentación y por consiguiente  desgarramiento y conflicto.

Un claro optimismo me dice que sí.  Aunque por ahora... aparezcan más interrogantes que respuestas.
Laura Paradiso