Cuando le pregunte al I Ching sobre qué tema quería que
hablásemos en este artículo respondió con el Hexagrama 11 La Paz con mutación
en las líneas 3 y 4.
Hablar de paz en estos tiempos quizá pueda ser
un medio para intentar tocar, aunque más no sea por un instante, parte de
este proceso tan necesario y evidentemente complejo. Proceso que por cierto excede este artículo.
Como primera medida, para
intentar acceder a La Paz, necesitamos tomar consciencia de que formamos
parte de un Cosmos. De un Cosmos absolutamente dinámico. De un orden que nos
incluye y nos excede en su determinación. Comprender que ese orden implica
estar en constante movimiento y circulación, adecuándonos y acompañando el ritmo que nos propone este Universo Vivo.
Pero, ¿qué implica acompañar el ritmo de este Universo Vivo?
Como primera medida creo que implica soltar en el momento de soltar y construir en el momento de construir. Como sueltan sus hojas los árboles en otoño, atraviesan un invierno de latencia, para regresar fuertes y exultantes en la primavera.
Pero, ¿qué implica acompañar el ritmo de este Universo Vivo?
Como primera medida creo que implica soltar en el momento de soltar y construir en el momento de construir. Como sueltan sus hojas los árboles en otoño, atraviesan un invierno de latencia, para regresar fuertes y exultantes en la primavera.
Eso, para el I Ching es estar en Paz. Una Paz absolutamente dinámica, que incluye el reconocer que somos parte de este Universo Vivo y por lo tanto, al igual que
él, estamos sujetos a ciclos.
Es cierto que la Paz es un instante de equilibrio proveniente
de un estado interno y personal, pero difícilmente podremos estar en paz si a
nuestro alrededor hay conflictos querellas, peleas permanente. De hecho la
explicación al Dictamen Wilhelm nos habla de un momento de concordia social, de
un equilibrio proveniente de la vida en comunidad. Y claramente es esto lo que
hoy estamos necesitando.
Cada vez que encaremos el análisis de un hexagrama, es
importante que no perdamos de vista la cualidad de los trigramas que lo
componen y cómo interactúan entre ellos según su posición.
La Paz Hexagrama11 |
Por otro lado tenemos a La Tierra.
La Tierra. Representa el principio Yin receptivo.
Es La Madre Tierra. Está caracterizado por la entrega, la flexibilidad, la
suavidad, la docilidad y la nutrición. Nuestro cuerpo.
Así como el Cielo representa el poder espiritual, La Tierra representa el poder de la materialidad, cuya característica es gestar, nutrir y dar a luz a los frutos de la creatividad. Es así como todo lo que existe es pensado e ideado por lo creativo; gestado y parido o realizado por lo receptivo. Estos dos principios trabajan juntos y están indefectiblemente unidos.
Ahora bien, Volvamos a La Paz
Cuando el Cielo, que es lo elevado, se coloca por debajo de
la Tierra y la sostiene, sus fuerzas se unen en intima armonía y todas las cosas prosperan.
A diferencia del hexagrama 12 El Estancamiento donde estos mismos principios en distinta posición, Cielo arriba y Tierra abajo, se separan y las cosas se estancan, se paralizan o se enquistan.
A diferencia del hexagrama 12 El Estancamiento donde estos mismos principios en distinta posición, Cielo arriba y Tierra abajo, se separan y las cosas se estancan, se paralizan o se enquistan.
En tiempos de Paz las cosas prosperan porque lo que hay es, como
primera medida, consciencia de que este equilibrio es absolutamente dinámico.
Esto quiere decir que todo proceso llega a un punto de plenitud, da un fruto. Luego se desorganiza para volver a moverse y lograr un nuevo punto de equilibro y encuentro.
De este modo se
despliegan las estaciones del año y los ritmos en la naturaleza.
La vida del hombre también se encuentra sujeta a estas pautas cíclicas, insertas en un sistema de relaciones. Donde tendremos periodos de prosperidad y otros de giro y reorientación.
Esto quiere decir que todo proceso llega a un punto de plenitud, da un fruto. Luego se desorganiza para volver a moverse y lograr un nuevo punto de equilibro y encuentro.
La vida del hombre también se encuentra sujeta a estas pautas cíclicas, insertas en un sistema de relaciones. Donde tendremos periodos de prosperidad y otros de giro y reorientación.
Uno de los malos entendidos que nos caracteriza a los humanos es creer que podemos hacer cualquier cosa en cualquier momento. Esta creencia echa por tierra todo intento de conexión con lo que pide el momento dado.
Como decíamos recién: La naturaleza tiene sus ritmos. Hay momentos para sembrar y otros para cosechar. La acción del hombre, a lo largo de de la historia nos demuestra que ésta también se encuentra sujeta a ciclos. Y en eso radica el equilibro o no, con el cual intentamos organizar nuestra vida.
Así, todo comienzo es análogo a la primavera, la mañana y los brotes tiernos. La plenitud estará dada por el verano y el mediodía, el fruto. Luego llega un momento de asimilación y discriminación, donde desechamos lo que no sirve a través de la poda, en correspondencia al Otoño y la tarde. El invierno, en analogía con la noche, es un momento donde la planta despojada absolutamente de follaje aparenta morir. Sin embargo la vida se encuentra en estado de latencia para retornar en la Primavera.
Si consideramos que el I Ching es “El Libro de los cambios”,
podemos afirmar que nada permanece en un estado determinado más allá del tiempo
que le corresponde.
El Sol se oculta y los días se trasforman en noche. Las nubes y las tormentas no duran eternamente, las heridas cicatrizan y a la oscuridad del invierno siempre es seguida por una nueva primavera.
El Sol se oculta y los días se trasforman en noche. Las nubes y las tormentas no duran eternamente, las heridas cicatrizan y a la oscuridad del invierno siempre es seguida por una nueva primavera.
Es inevitable que las cosas cambien, por perfectas que ellas puedan parecernos en ese momento. Sólo la certeza de que vendrán tiempos distintos puede conducirnos a un nuevo estado de equilibrio.
Convengamos que el equilibrio es un instante. Ese instante podemos disfrutarlo o no, sabiendo que volverá a girar para alcanzar un nuevo estado de equilibrio, en otra proporción.
El poder acompañar conscientemente este proceso dinámico es la manera en como las cosas prosperan. Y prosperan porque hay una profunda conexión y sobre todo coherencia.
Coherencia porque lo fuerte sostiene a lo blando. Coherencia y encuentro entre la teoría y la práctica, lo que pienso y lo que digo, con lo que siento y hago según el momento dado.
Puede sonar idealista, y posiblemente lo sea, pero considero
nos encontramos frente a una gran oportunidad ya que no podemos dejar de ver
estos dos extremos que hoy se expresan en nuestra sociedad profundamente polarizada. No podemos dejar de ver los dos extremos de un movimiento que nos empuja a ser consientes
de sus polos para poder ser reconocidos e integrados.
Pero esta oportunidad no queda sujeta exclusivamente a la capacidad o incapacidad de nuestros líderes, sean estos políticos o religiosos. Sino a la posibilidad que cada uno de nosotros tome dimensión de ello y nos entreguemos con conciencia a este proceso.
Pero esta oportunidad no queda sujeta exclusivamente a la capacidad o incapacidad de nuestros líderes, sean estos políticos o religiosos. Sino a la posibilidad que cada uno de nosotros tome dimensión de ello y nos entreguemos con conciencia a este proceso.
¿Estamos listos para acompañar el movimiento de giro que estos tiempos proponen? O intentamos en pleno otoño pegar las hojas del árbol con cinta para que este no las suelte. Aferrándonos con uñas y dientes a un rígido modelo que lo único que nos promete es más fragmentación y por consiguiente desgarramiento y conflicto.
Un claro optimismo me dice que sí. Aunque por ahora... aparezcan más interrogantes que respuestas.